Wendy aceptó de buen grado
su papel de madre, cuidando a los niños, dando medicinas, poniendo tareas,
fijando normas, cosiendo, cocinando y contando cuentos. Y así pasaron felices
bastante tiempo, viviendo las aventuras propias de una isla tan fantástica, y
comenzando a olvidar a sus padres y a su pasado, especialmente John y Michael.
Wendy se acordaba más de ellos, sobre todo de lo que estarían sufriendo, pero
estaba tan segura de que sus padres tendrían siempre abierta la ventana para
recibirles con alegría el día que decidieran regresar, que no se preocupaba
demasiado.
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